Un desierto de sal en Bolivia.
Lo que estaba frente a mis ojos ha sido una de las cosas que más me han
impresionado en el viaje, era como estar
en otro planeta, un planeta blanco hecho de sal.
Justamente cuando planeamos el viaje yo leí sobre un lugar único en Latinoamérica llamado el Salar de Uyuni; también durante el trayecto en los distintos países varios viajeros estuvieron recomendando mucho, -vayan al salar. Así que una vez que estuvimos en Bolivia la ruta siempre estuvo trazada para cerrar en Uyuni.
El sábado 21 de Mayo en la mañana
salimos desde el pueblo de Uyuni en una camioneta 4x4, la primera parada fue en
un cementerio de trenes, luego de unos minutos salimos de regreso a la
carretera la cual lentamente comenzó a
denotar ese color blanco a lo lejos. La camioneta de pronto dejo la carretera y
entro en un camino de tierra, de un
instante a otro ya íbamos sobre una carretera de sal, donde no hay señales ni
camino definido, solo los cerros y volcanes al fondo para ubicar a los
conductores, allí los colores comenzaron
a diluirse y mi mente a confundirse al ver como el interminable color blanco se
mezclaba con el azul del cielo, que a lo lejos en el horizonte no parecía tener
ni comienzo ni final.
En algún punto hicimos nuestra
primer parada dentro del salar, fue en una zona donde los visitantes dejan sus banderas
y donde hay un hotel hecho de sal, el cual es muy impresionante, y más aún el panorama
que desde las ventanas del hotel se alcanzaba a vislumbrar, luego volvimos a la
camioneta y seguimos recorriendo un camino que parecía no tener ninguna
dirección, así estuvimos por más de una
hora, impresionados por lo que se veía desde la ventanilla del automóvil, hasta
que en algún punto nuestro guía se detuvo, se bajó del auto, reviso hacia donde
iba el viento, y en eso dijo, que ese era el lugar idóneo para almorzar, estábamos
en medio de la nada, en medio de un panorama donde todo era blanco. El guía comenzó
a sacar mesas, sillas y en la parte trasera de la camioneta puso un par de
cacerolas, mientras él hacia eso, los pasajeros tuvimos la oportunidad de tomar
fotos y comenzar a jugar con las perspectivas del lugar; para cuando todo
estaba listo pudimos degustar del día de campo más original de mi vida, comiendo
quínoa (cereal típico de la zona), verduras y chuleta de llama, la comida no
tenía mucha sal, pero si alguno quería ponerle ese condimento solo había que
raspar un poco el suelo y añadirle la cantidad que uno quisiera.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgU-YmuWwZYrKkSRb3_q_JxCoVDR0qhJ18j5ZJVK_Xse3q1iCqrC3Ohb9YIew-1uJtKDFOKHJ1YziygmZvUHHRChtrEiq-qbFdTYeJQLwDskY6mVKcslZdAwW3YLN71cux0J16gWcuzJr4/s320/DSC07747.JPG)
En lo personal me impactaron las
formaciones de sal que delimitaban el suelo, parecía como si fuera una colmena
de abejas, con esas mismas divisiones pero hechas simplemente por formaciones de
sal que el viento había creado
Después de comer, proseguimos con el trayecto hasta la Isla de Incahuasi, un pequeño cerro creado por formaciones volcánicas donde curiosamente se elevan cientos de cactus y desde donde uno alcanza a ver la inmensidad del salar, allí en esa isla te dan la bienvenida unas banderas, y luego hay que pagar una cuota para poder subir. Después de recorrerla, decidimos ponernos a jugar un poco con las perspectivas mientras tomamos una gran cantidad de fotos. Ya para las cinco de la tarde volvimos a la camioneta, para luego hacer una última parada para ver el atardecer en ese lugar, los colores en el cielo eran inimaginables, y el hecho de estar sentado sobre un terreno blanco hecho de sal admirando el espectáculo natural, represento una experiencia única. Ya cuando íbamos de regreso y dejamos el salar, de pronto se apareció una enorme luna llena detrás de un cerro, un cierre mágico para un día difícil de olvidar.
Después de comer, proseguimos con el trayecto hasta la Isla de Incahuasi, un pequeño cerro creado por formaciones volcánicas donde curiosamente se elevan cientos de cactus y desde donde uno alcanza a ver la inmensidad del salar, allí en esa isla te dan la bienvenida unas banderas, y luego hay que pagar una cuota para poder subir. Después de recorrerla, decidimos ponernos a jugar un poco con las perspectivas mientras tomamos una gran cantidad de fotos. Ya para las cinco de la tarde volvimos a la camioneta, para luego hacer una última parada para ver el atardecer en ese lugar, los colores en el cielo eran inimaginables, y el hecho de estar sentado sobre un terreno blanco hecho de sal admirando el espectáculo natural, represento una experiencia única. Ya cuando íbamos de regreso y dejamos el salar, de pronto se apareció una enorme luna llena detrás de un cerro, un cierre mágico para un día difícil de olvidar.
Me hubiera gustado hacer el tour
hacia el interior del salar, el que dura cuatro días y que incluye visitas a
lagunas de distintos colores, y formaciones naturales de sal, pero con el tour de un día tuvimos una linda
probadita de una experiencia que pareciera ser de otro mundo, una experiencia
que a mi cerebro le costaba trabajo entender, donde muchas veces mi percepción
divagaba vanamente en mi intento de asociar lo que estaba viviendo con alguna
imagen del pasado.
“El Salar de Uyuni o de Thunupa
con sus 10,582 km2, es el mayor desierto de sal del mundo. Existen
aproximadamente 11 capas de sal, con espesores que varían entre dos y diez
metros… Del salar de Uyuni que se estima que contiene unos diez mil millones de
toneladas de sal, se extraen anualmente 25 mil toneladas de sal.”
Agradecimiento para Marcos, por hacernos posible tomar el
tour a un precio mucho menor, y por habernos tratado como si fuéramos conocidos
de toda la vida invitándonos a desayunar unas salteñas, invitándonos una
cerveza Paceña y hasta regalándonos su botella de agua. Una muestra de la
calidad de los bolivianos.
Escrito por David
Herrera El González.
28 de Mayo, 2016.
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